Zumbando- Letras y Poemas

ZUMBANDO

Te diré quién soy sin pronunciar mi nombre
ni en canto de mujer ni en palabra de hombre,
te diré que el sol, que a nuestra tierra escombre,
me ha puesto el mismo abrigo de su áureo alfombre.
 

Y sabrás de mí cuando, al rozar las flores,
encuentres esparcidas, como caracoles,
esporas diminutas de próximos albores 
trazándole el camino a los polinizadores,

 
Cuando, al guiar tus ojos más allá de lo vallado,
te topes con la vida que alumbra mi legado,
y cuando sobre campos, cultivos y labrados,
germinen las promesas de todo lo sembrado.  
 
Porque a ritmo de zumbidos se va hilando el cobre
que da de beber igual a zánganos y manobres;
milagro que se fermenta entre las celdas cofres
de aquel palacio dorado en donde forjo mi onofre.
 
Pero han llegado los tiempos de las turbaciones,
pues, justificando mafias y erradicaciones,
se está arrasando con las últimas poblaciones
de la especie de quien pende el futuro de las naciones.  
 
Mas si posas tu mirada, con sensata diligencia,
intentado descubrir a los causantes de mi ausencia,
notarás que tras la sombra de la sórdida emergencia,
gobierna la avaricia, con su edicto de indolencia.
 
Rociando los cocteles de las muertes espantosas
desde buitres gigantescos y otras máquinas monstruosas;
mientras que el veneno que destilan, ostentosas,
se esparce por el agua y por el cauce de las cosas.  
 
Y me invade las entrañas con reacciones letales,
estropeando la función de mis sistemas vitales,
dejándome a la merced de todo tipo de males,
e impidiéndome cumplir con mis misiones sociales.  
 
Es el brebaje siniestro de los nuevos imperios
que van dejando su herencia de guerras y cementerios;
arrasando con todo lo que toca su ministerio
y haciendo elevar la voz en la que enuncio mi vituperio:
 
¡Maldito glifosato, malditos pesticidas!
que ofrecen sembrar paz con semillas homicidas,
dispuestos a pelear para abrazar su acometida
y acabar con los vestigios de La Tierra y de la Vida.  
 
La selva fue primero, primero la balanza
que no se quedará inmóvil ante la matanza;
y te dará de comer, en su bendita cobranza,
todo cuanto coseches de tu propia labranza.