Castillos de plastilina (Orgullo y Prejuicio)- Ensayos y Reseñas

CASTILLOS DE PLASTILINA
(Orgullo y Prejuicio- Jane Austen)


Tan atado como la vida misma está el concepto de libertad en la existencia del ser humano, compendio de ideales individuales forjados dentro del marco colectivo que conocemos como sociedad. Nos ufanamos de la supuesta equidad y autonomía que nos trajo el nuevo siglo, pero ignoramos ingenuamente que los barrotes de la sumisión en donde nos encierra la ignorancia, manifiesta en los absurdos sistemas que nos rigen, en lugar de desaparecer radicalmente, se visten de diversos colores para camuflar su presencia en todo lo que compone las interacciones humanas.

¿Cuáles son las verdaderas razones que nos impulsan a comportarnos como lo hacemos? Tristemente seguimos, a pesar que en teoría se hayan roto las cadenas y ampliado los espectros, atados al rol estereotipado de conducción adecuada de la vida, resultado de los nocivos sistemas de creencias que no han dejado de ser nuestro código cultural.

Estudios, relaciones y patrimonio “formales”,  títulos inertes y falsas nociones de éxito que nos permiten escalar dentro del escalafón invisible pero terriblemente pesado, que llevamos a cuestas. Nos quejamos incansablemente del juego de intereses en el que nos vemos inmersos, pero nada hacemos para desligarnos de él y atravesar su corriente; preferimos tal vez por temor, continuar dando atención exagerada a ideales postizos e imposibles de apariencia externa y competencia primitiva.

Entonces, de manera aparentemente imperceptible, esta influencia poderosa nos convierte en títeres de este caótico teatro, en donde todo individuo se aferra a la obsesiva necesidad de aprobación y cortejo, la anteposición de los valores ajenos a los propios, la dependencia exorbitante a los juicios externos que se vuelven internos, y otro sin número de quimeras que podrían confundir a cualquiera que echara un vistazo al panorama actual y lo comparara con el de hace dos cientos de años.

Creemos llevar las riendas de nuestros destinos, pero sólo continuamos prolongando la herencia de banalidades que constituye nuestras relaciones. Conveniencias, apariencias e instintos disfrazados de buenas costumbres; siempre eternos en su estupidez: orgullos y prejuicios.